La última entrega de la saga, aunque la más elaborada y efectiva, se ve afectada por la ausencia muy notable de la actriz principal. La falta de esta figura no es un asunto menor; más bien, su ausencia deja un vacío lleno de lenguajes, modos, mitos y hábitos que intentan ocupar ese espacio. A veces, este vacío se experimenta como problemático y, en algunos casos, doloroso. Sin pruebas tangibles, no hay culpables; sin un cuerpo, no hay delito ni posibilidad de duelo. La justicia y la igualdad son difíciles de lograr sin recursos y impuestos justos. La representación artística de la ausencia se convierte en una paradoja constante.
Entonces, la pregunta que surge es si tiene sentido revivir ‘Los juegos del hambre’ sin Jennifer Lawrence. La respuesta parece ser un no rotundo.
Después de una larga relación distópica con el público desde 2012 hasta 2015, la saga ahora regresa a sus orígenes. Adaptando de manera fiel la novela de Suzanne Collins, la serie siempre se destacó por su capacidad para simplificar los elementos comunes del género distópico en un lenguaje accesible. El retorno, en este caso, presenta una aventura narrativa y visualmente más sólida y menos confusa, con un enfoque en el surgimiento del villano, Coriolanus Snow. Aunque no es Shakespeare, la historia tiene méritos, especialmente por su exploración de la meritocracia y el resentimiento de clase.
Sin embargo, el constante énfasis en la experiencia adolescente sigue presente. Rachel Zegler asume el papel protagónico con habilidad para mantener la esencia de la saga. Pero, a pesar de sus esfuerzos, su actuación solo sirve para recordarnos que algo no está bien, algo falta. Ese algo es alguien, y Zegler, aunque competente, no puede llenar el vacío dejado por Lawrence.
Cada película de ‘Los juegos del hambre’ anterior se apoyaba en la actuación de Jennifer Lawrence, que se ha convertido en un mito de la industria cinematográfica. Su ausencia afecta profundamente a la nueva entrega, envenenando cada momento y dejando un vacío que impide que la película sea culpable o inocente. Simplemente, lo que falta es la presencia de Lawrence. La película, a pesar de sorprender al ser potencialmente la mejor de la serie, queda marcada por la irremediable ausencia de la actriz que definía la saga desde el principio.